Jesús Suárez
Cuando el mundo occidental “descubrió” el cine japonés
con la exhibición de Rashomón (1950), del director Akira Kurosawa, en el
Festival de Venecia de 1951, en realidad se estaba encontrando con una filmografía
que había empezado más de medio siglo atrás, en 1897.
Además, tenía cineastas geniales como Kenji Mizoguchi,
dedicado a historias sobre el género femenino, quien se conoció en Occidente
con Vida de O-Haru, mujer galante (Saikaku Ichidai Onna, 1952) y se
consagró un año después al ganar el Oso
de Plata en la Mostra di Venezia
con Cuentos de la luna pálida (Ugetsu Monogatari, 1953).
Como Yazujiro Ozu, el maestro del Género Shomingeki, dedicado a las vidas cotidianas de las personas
comunes y corrientes de la clase media en los tiempos actuales. Ozu ya había
dirigido una obra maestra Primavera
tardía (Banshun, 1949) y estaba
en camino de dirigir otra, Cuentos de
Tokio (Tokio Monogatari, 1953).
Como el propio Kurosawa, quien lo mismo hacía una obra maestra
con un tema de la vida contemporánea como El
perro rabioso (Nora Inur, 1949) ,
que con uno de la vida feudal, como Rashomón,
ganadora también de un Oscar Honorario en 1951.
Pero Kurosawa también es conocido por haber introducido
en occidente el Género Samurái,
conocido en Japón como Chanbara, que
proviene de la fusión de los vocablos chanchan
(onomatopeya de dos espadas que chocan entre sí) y barabara (onomatopeya de la carne al ser cortada).
Todos recordamos su gran joya Los siete samuráis (Sichinin
no samurai, 1954) que obtuvo el León de Plata en la Mostra di Venezia y dos
nominaciones al Oscar. Esta fue seguida por La
fortaleza escondida (Kakushi toride
no san-akunin, 1958); El bravo,
también conocida en español como Mercenario
(Yojimbo, 1961); Sanjuro (Tsubaki Sanjuro, 1962); todas estas con
su actor favorito durante este período: Toshiro Mifune, considerado por muchos
como el mejor intérprete que ha dado el cine japonés.
El género tuvo también en esta época a otro gran cineasta
en Masaki Kobayashi, quien dirigió películas como Harakiri (Seppuku, 1962),
que recibió un Premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes 1963; y Rebelión (Joi-uchi: Hairyo tsuma shimatsu, 1967), que ganó el Premio de la
Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica (FRIPRESCI) en la Mostra
de Venecia de 1967.
Pero los filmes de espada al estilo japonés tuvieron una caída a principios de la década
de 1970 debido a varios factores, entre los que se mencionan la crisis general
en el cine de este país asiático, el envejecimiento de las grandes estrellas
del género y la sobrexposición de este tipo de películas en la televisión.
Sin embargo, genios como Kurowawa tuvieron chispazos
aislados con obras maestras tardías como Kagemusha,
la sombra del guerrero (Kagemusha,
1980), nominada en 1981 a los Oscar de Mejor Dirección Artística y Mejor
Película Extranjera; y Caos (Ran, 1985), que ganó en el mismo año de
su debut el Oscar al Mejor Diseño de Vestuario. Estas dos están interpretadas
por otro de los grandes actores japoneses: Tatsuya Nakadai.
Y también hay que mencionar a El ocaso del samurái (Tasogare
Seibei, 2002), dirigida por Yoji Yamada y candidata en el 2004 al Oscar a
la Mejor Película Extranjera; y Zatoichi
(2003), dirigida por Takeshi Kitano y que revive las aventuras del masajista
ciego de este nombre, del cual se hicieron 26 películas entre 1962 y 1989,
todas protagonizadas por el inolvidable Shintaru Katsu.
Sin embargo, no ha sido sino hasta recientemente que
surgió un director como Takashi Miike, quien ha logrado revivir el género con
sus películas: 13 asesinos (Jusannin no Shikaku, 2010) y Harakiri: muerte de un samurai (Ichimei’, 2011), que impresionó en
Festival de Cannes del 2011.
Los amantes del Género Samurái se llenaron de deleite en
el 2010 con la aparición de la película 13
Asesinos (Jusannin no Shibaku) y
su ininterrumpida escena de combate de 50 minutos.
Y esta satisfacción creció cuando el mismo director,
Takashi Miike, presentó al año siguiente la cinta Hara-Kiri: muerte de un samurái (Ichimei), que causó sensación en el Festival de Cannes del 2011.
Hay que mencionar que en ambos casos los productores de
los filmes eran dos profesionales muy exitosos en su oficio. Por una parte, el
inglés Jeremy Thomas, famoso por introducir títulos asiáticos en el mercado
internacional, como El último emperador
(The Last Emperor, 1987), de Bernardo
Bertolucci.
Y por la otra, el japonés Toshiaki Nakazawa, quien
produjo la obra maestra Despedidas, también
conocida en español como Violines en el
cielo (Okuribito, 2008), dirigida
por Yojiro Rakita y ganadora ese mismo año del Oscar a la Mejor Película en
Idioma Extranjero.
Por su parte, antes de ocuparse del Género Samurái en el
cine, Miike dirigió en el 2008 una obra de teatro llamada Zatoichi, sobre el famoso masajista ciego quien, a pesar de no
poder ver, es súper hábil con su katana
(como dicen los japoneses al tipo de espada que usan).
OJO, SI NO DESEA
CONOCER EL ARGUMENTO, NO SIGA
De las dos películas de Miike en el género, nos
limitaremos a 13 Asesinos, un remake
de una cinta en blanco y negro de 1963 del director Eiichi Kudo, que tenía
exactamente el mismo nombre.
En la cinta de Miike, la trama ocurre en el Japón de
1844, en el que el sádico Señor Narigatsu (interpretado por el astro del
pop japonés Goro Inagaki) mata y viola a su antojo. Para mayor preocupación, Narigatsu va a ser el próximo shogún
(los dictadores militares que gobernaron de facto a Japón entre 1192 y 1867).
Por ello, se encomienda al ex samurái Shizaenmon
(Koji Yakusho) dar muerte a Narigatsu.
Shizaenmon reúne a
otros 11, a los que se añade de forma fortuita el cazador Koyata (Yusuke Iseya).
Mientras se dirigen al lugar en que emboscarán a Narigatsu, el cazador no pierde la ocasión de decir: “Malditos
samuráis. Ustedes con su honor y sus causas”. Después de la batalla de 50
minutos, en que mueren 12 de los 13 llamados “asesinos”, así como Narigatsu y todos los 200 guardias que
lo protegían, sólo queda vivo Shinorokuro,
(Takayuki Yamada).
¿Pero es así? Para sorpresa general aparece Koyata, a pesar de que todos lo vieron
morir poco antes. Hay que tener en cuenta que es una tradición muy japonesa el
que los espíritus de los muertos intervengan en las vidas de los vivos. (Ver
por ejemplo Kwaidan [Kaidan, 1964]), dirigida por Masaki
Kobayashi).
Koyata le dice
a Shinkokuro que no quiere ser un
samurái y que regresará a las montañas a buscar a su amada Upashi. Al irse el cazador, se ve a continuación como Shinkokuro arrastra su espada tras de él
mientras sale del lugar de la batalla y surge una sonrisa en su rostro.
Esta sonrisa ha dado lugar a toda una serie de
interpretaciones. Para mí es un mensaje de esperanza en que a pesar de toda la
carnicería que ha ocurrido, Koyata le
ha mostrado que hay una vida que vale la pena vivir.
Hara-Kiri: muerte
de un samurái (Ichimei, 2011),
fue la cinta que el director japonés Takashi Miike presentó en el Festival de
Cannes del mismo año.
Al igual que 13
Asesinos (Jusannin no Shibaku,
2010), su filme anterior del Género Samurái, Hara-Kiri, muerte de un samurái es también un remake de una película anterior, sólo que en este caso lo es de la
obra maestra Harakiki (Seppuku, 1962), del director Masaki
Kobayahi.
Kobayashi no sólo ganó la Palma de Oro en el Festival
Cinematográfico de Cannes de 1963 con esa cinta, sino que en 1965 obtuvo con Kwaidan (Kaidan, 1964), un Premio
Especial de la Crítica de esta misma cita en la Riviera Francesa, así como una
nominación al Oscar a la Mejor Película en Habla No Inglesa.
Además, Harakiri
es una de esas raras películas que cuenta con el 100 por ciento de aprobación
en la parte de los críticos (Tomatometer)
del sitio web Rotten Tomatoes. Esto
se completa con el alto 96 por ciento de satisfacción en la parte del público (Audience).
Decimos todo esto para explicar en que camisa de once
varas se estaba metiendo Miike al hacer una nueva versión de una cinta que
muchos consideraban casi perfecta.
Debemos comenzar por decir que ambos casos el filme cuenta
la historia de un ronin (cuya traducción literal es un “hombre ola”; o quizás
mejor, “un hombre errante como una ola en el mar”), un samurái que no tenía
señor debido a la caída de éste o a que había perdido su favor. Este ronin
acude a la casa de un poderoso clan y pide permiso para hacerse en la misma un
hara-kiri, o suicidio ritual con la espada, lo que se le concede.
Sin embargo, aparte del hecho de que la primera película
era en blanco y negro, y la de Miike es en color y tercera dimensión, ambas tienen
otras varias diferencias.
Primero que todo, la traducción del título de la película
de Miike (Ichimei) es en realidad Una vida, y no el que se ha usado
internacionalmente (Hara-Kiri: muerte de
un samurái), quizás con intenciones comerciales. Esto quizás nos sugiere
que Miike buscaba hacer una cinta más humana.
Segundo, aparte de varias diferencias, tanto de argumento
como de cinematografía, en la cinta de Miike el uso de los flashbacks nos
cuenta una historia más amplia para explicar las razones del ronin, por lo que
vuelve a surgir la idea de que quizás se busca narrar una historia más humana.
La de Kobayashi nos parece más vengativa.
Nuestra conclusión, creemos que Miike hizo una obra de
gran valor, pero no logró superar a su modelo.
Primero, Harakiri cuenta
con una actuación estelar de Tatsuya Nakadai, y segundo, la cinematografía en
blanco y negro puede a veces ir mejor con un tema, como mostró recientemente la
película ganadora del Oscar, la francesa El
artista (The Artist, 2011) de
Michel Hazanavicius.
También Rotten
Tomatoes favorece a la original, pues en la parte de los críticos, Hara-Kiri: muerte de un samurái
consiguió un 78 por ciento de aprobación, mientras que en la de la Audiencia
llegó a un 65 por ciento.
aparte de varias diferencias, tanto de argumento como de cinematografía, en la cinta de Miike el uso de los flashbacks nos cuenta una historia más amplia para explicar las razones del ronin, por lo que vuelve a surgir la idea de que quizás se busca narrar una historia más humana. La de Kobayashi nos parece más vengativa.http://miginecologoonline.com/ http://onlineconsulta.com/ http://medicoporinternet.com/"
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