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Thursday, January 13, 2011

Un marginal para todas las épocas

Nunca ha pertenecido a ningún círculo oficial. Fue marginado desde muy temprano, quizá por su atrevimiento, pero desde su orilla, Nicolás Lara, escritor y artista plástico, se las ha arreglado para interactuar con por lo menos tres generaciones disímiles de artistas y escritores cubanos. Observador atento que continuamente esgrime la ironía como arma favorita, ha sabido renovarse, reinventarse y mantenerse al día como sólo lo ha sabido hacer Mick Jagger en el rock. Nicolás siempre apuesta por el riesgo. Cuando en 1982 la revista Término abrió una sección dedicada a publicar autores marginados en la isla, él fue el primero y el único en enviar unos poemas y esto en una de los momentos en que la comunicación de la isla con el exterior era extremadamente difícil. Siempre ha estado al lado de los contestatarios sin temor a las consecuencias, que entre otras cosas lo han forzado a ser un escritor cuya obra permanece mayormente inédita. En las artes plásticas ha tenido un poco de mejor suerte y ha participado en exposiciones de grupo con artistas de las generaciones más recientes. Ha sabido aprovechar la ventaja que ofrece el marginalismo para mantener su independencia y su singularidad como secuela. Puede nombrar las hierbas y las flores.
A continuación se ofrece un fragmento de su novela Mayda Arte Calle. Nicolás vive en su exilio neoyorquino.



Mayda Arte Calle (fragmento)

Del exilio nadie regresa
Tomás Eloy Martínez


Días después, estaba sentado en la sala de Marcia Kavalgata, es una negra flaca muy simpática, de edad indefinida a partir de los cuarenta años. Parece que tiene dos niños, creo, o por lo menos había dos niños. Es esa típica casa cubana donde la puerta siempre está abierta y las personas entran sin tocar, ella es oriunda de Santiago de Cuba, sospecho que de un barrio muy popular que se llama Los Hoyos y lleva ya unos cuantos años en La Habana. Es divorciada o viuda, no sé, siempre hay mucha gente entrando y saliendo se ve que ella y la pintora Alegría tienen una buena amistad, Bruna siempre le lleva cosas y siempre se está consultando con ella.
No es sólo Alegría quien la visita, ahí también van pintores de la élite, va una famosa pintora blanca, Marta María, esposa de ese excelente pintor y cerebro de muchos movimientos plásticos Flavio, el cemento que solidificó la amistad entre Marta María y esta palera fue que ella le pronosticó que iba a tener jimaguas, dos niñas, Marta no lo creyó y Flavio mucho menos y como un reloj, como un gran reloj de relojería suiza, al poco tiempo Marta María salió en estado, y a los meses cuando le hicieron un ecosonograma tenía dos criaturas que se comprobó que eran niñas. Nacieron, según la palera eran ibeyes, eran hijas de los jimaguas, eso dio pié para que Marta María se hiciera gran amiga de esta mujer y que cambiara su poética plástica.
Hubo otro caso muy famoso que conmovió también, fue el caso de O.H el crítico. O.H estaba casado con Luzha, una peruana alta flaca muy blanca, una mujer que había estado casada muchos años y que según todos los pronósticos no podía tener hijos, un día ella fue no se sabe como a ver a Marcia, Marcia le puso la mano en el vientre y le dijo: a partir de que mi mano te ha tocado vas a tener un niño, la peruana por poco muere de la risa, pensó que era una charlatana agradable y nada más, siguió yendo por la cosa de la curiosidad antropológica pero al cabo de unos días o al cabo del mes no sé, se le interrumpió la menstruación, prueba inequívoca de la posibilidad del embarazo, en efecto estaba en estado y a los pocos meses dió a luz un hermoso niño.
Bueno ahora yo estaba delante de Marcia, sentado ahí, yo desde hacía tiempo había tenido problemas en el estómago algo bastante molesto, todo me caía mal, había ido al médico, me habían hecho miles de pruebas, me habían mandado una medicina tan delicada, que tenía algo de opio, al punto tal que el médico tenía que poner su nombre completo bien claro y su número de carné de identical, y la medicina había que comprarla en un período de tiempo que no pasaba de las seis horas, era una medicina con un gran control, y ni siquiera con esa medicina yo podía tener tranquilidad, ella quedó en hacerme una especie de limpieza.
Yo, como Flavio ni sí ni no, le llevé todo lo que me pidió, ella formó como unos dibujos en el piso, como no había pólvora molió unos fósforos y ese polvo lo colocó, puso un vaso e hizo salir a todas las demás gentes, ya que lo que yo tenía podía pegársele a alguien. Abrió un pomo enorme donde se suponía iba a entrar todo y empezó a trabajar, ella trabajaba con una ayudante que le llaman caballo y empezó a pasarme las manos y la cosa y aquella mujer, el supuesto caballo, no yo, empezó como a vomitar, lo que vomitaba era una cosa negra horrible unos bichos, según ella eso me lo habían dado a tomar en un café una mujer alta medio jabá de labios gruesos y hacia adelante, bembona, yo inmediatamente pensé en una antigua novia que había tenido y que tenía esas características, pero pensé que el mensaje no era exacto, era una prima de esa mujer o la madre de la prima de esa mujer o una de las hermanas, yo había vivido con ambas en forma simultánea y se había formado por supuesto un chisme, posiblemente viniera por ahí, no dije nada pero bueno el asunto fue que aquella cura me asentó.
En otras veces que fui con Marcia, yo a veces no le decía Marcia Kavalgata le decía:
· Tú eres la Marcia Leiseca de los palos.
· Y quién es Marcia Leiseca.
Yo no le dije y pensé en Marcia Leiseca la actual viceministra de cultura que había sido un tiempo la segunda al mando en la Casa de las Américas, una mujer de Camagüey, blanca muy aristocrática, que tenía un gran expediente revolucionario y que desde el año 59 se movía en el campo de la cultura, había estado casada con Lisandro Otero con el cual tenía hijos y al que había abandonado en forma casi de novela amorosa de esas que pasan por el radio o la televisión y se había unido -no con un pobre, no, no con el chofer, no, no con un negro o un mulato, no- nada más y nada menos que con un capitán del Ejército, Osmani Cienfuegos el hermano de Camilo Cienfuegos, arquitecto, miembro del Buró Político, o sea, se había ido hacia arriba, había cambiado al escritor por el poder real, pero la gente en el sector de las artes plásticas sobre todo en esta década de los ochenta, la adoraban, Marcia era la gran protectora, la mujer que se fajaba palo a palo por los artistas sobre todo por los jóvenes, por la gente experimental.
Me reí mucho pensando en un cuento que una vez me había hecho Chago Armada de que él pensaba hacer unos dibujos sobre Marcia, era una historieta que no se la había enseñado a nadie, decía que yo era el único que sabía de la idea, y la idea era que Marcia llevaba una triple vida, por el día era una funcionaria abnegada e incorruptible para la Revolución. En la noche hacía un acto de magia frente a un espejo y se convertía en una especie de bailarina erótica que bailaba en el hotel Nacional con el seudónimo de Cira Lazo y entonces tenía una cabellera toda rubia y se ponía a dar cintura, bailaba casi desnuda, yo me reía de todo eso. Y la tercera transformación de la Marcia de la historieta era una mujer rapada, sin maquillaje, vestida sólo con una capa de agua que a altas horas de la madrugada, por la zona de San Lázaro e Infanta, en las escaleras del edificio de Lámparas Quesada (donde según Magi Priol operaba Gladys Ramos), esta mujer llamada La Glotona Cocolisa en esos escalones se dedicaba en forma frenética y a muy bajo precio a succionar penes de todos tamaños y colores. Entonces Marcia que es como una serpiente que se muerde la cola: es al mismo tiempo salvando todas las distancias Robespierre, Danton y el Marqués de Sade. Chago al decirme todo esto se reía a carcajadas, y me dijo: cuando tenga todos los dibujos hechos te los voy a enseñar y a lo mejor me ayudas con el texto, Chago nunca me enseño los dibujos.
Estábamos ahí Bruna y yo con Marcia Kavalgata tomando ron, ella nos miró y nos dijo:
· Soñé con ustedes, tú me caes bien negro, Alegría me ha hablado mucho de ti, yo creo que ustedes pueden hacer una bonita pareja.
Bruna se puso contenta.
· De verdad tú crees eso mi amiga.
· Sí chica, ustedes hacen una bonita pareja, es más en el sueño tuve la premonición de que ustedes estaban en estos días -ya faltan pocos días para que termine el año- por un hotel cerca del malecón, estaban ahí con una botella bebiendo no sé si champaña o sidra mirando y de pronto veían salir de las aguas un pulpo muy grande que caminaba sobre los arrecifes.
· Y ese pulpo que nos anunciaba, la muerte.
· No, Bruna, la muerte la ikú, nunca se menciona, no llames la desgracia. Lo que anunciaba el pulpo es que iban a ser padres.
· ¡Yo mamá!
· Sí, gemelos también, como Marta María, van a tener gemelos una hembra y un varón.
Aquella profecía que yo me la tomé como un bonche, como una jodedera, a Marcia le gustaba tomar mucho, tomaba grandes cantidades de bebida de cualquier tipo y cuando no tenía bebida tomaba alcohol de reverbero, alcohol de cocina, yo pensé que era una jodedera porque ella no estaba en ese momento en trance ni nada de eso, era una conversación gentil dirían los judíos, pero Bruna sí se puso tensa.
· Yo no quiero tener más hijos, yo no quiero tener más hijos, yo tengo un sólo hijo. Eso es impredecible.
Se puso histérica.
· Bueno el sueño decía que si ustedes veían el pulpo y después se acostaban en la semana siguiente a haberlo visto ibas a quedar embarazada y nada lo podía parar.
·¡Los fósforos!
Se levantó dijo los fósforos como Aldito, yo no pude contener la risa.
· Mira al bobo este como se ríe.
Se puso molesta, realmente molesta, yo no le di importancia a lo que le sí le di importancia fue que al rato después cuando la brasileña se calmó y todo volvió a la cordialidad y ella entonces empezó a bonchear con la idea del pulpo, que si era un pulpo azul, que si era un pulpo con carné de identidad con pasaporte, que si era un pulpo espía de Miami, que si el pulpo tenía el rabo grande o era un pulpo mujer o robot o era anterior al imperio Romano, a la caída de Bizancio, que si era un pulpo escultor de la época en que se hizo la Victoria de Samotracia …
Los días avanzaban hacia el treinta y uno de diciembre, ella trataba de evadirme, trataba de que el sueño de Marcia no se cumpliera, pero por una serie de casualidades nos vimos increíblemente ese treinta y uno de diciembre como a las once de la noche. Yo no sé que estaba haciendo allí, qué había ido a buscar. ¡Ah! ya recuerdo, había conocido en el Taller a Judith una judía húngara, la cual quería una serigrafía de Portocarrero, yo tenía unas serigrafías viejas sin firmar de él y estaba obsesionado por unas pipas y unas botellas de aguardiente de ciruela, y el mejor aguardiente de ciruela en Hungría lo hace la comunidad judía, esta Judiht tenía como cuatro botellas que le había traído a no sé quién, son unas botellas de barro bellísimas, yo fui hasta el hotel a hacer el negocio, no iba con ninguna intención erótica que tampoco ella tenía, hicimos el cambio, hablamos un rato y cuando ya me iba con mi paquete ella me vio, no sé si fue un problema de celos, pero me dijo:
· Ah, con tu amiga Judith, con la húngara judía, esa mujer, yo sé que esa mujer
siempre ha tenido interés en estar contigo, en el Taller te miraba mucho.
Yo empecé a reírme y empezamos a tomar e increíblemente como guiados por una gran mano nos fuimos al muro del Malecón.
· Vamos hasta el muro del Malecón, esos sueños de Marcia no se van a cumplir.
Nos sentamos allí con una botella de champaña, dos copas, y empezamos a hablar de miles de cosas, nos dimos besos, miramos las estrellas, ella se comparó con no sé qué estrella, me comparó a mí no sé con cuál otra, en medio de eso cuando miramos -no sé si fue ella o fui yo quien miró primero- lo vimos saliendo del agua azul oscura, la luz del hotel creaba como una especie de claridad en los arrecifes y en las aguas pegadas a ellos, era un pulpo enorme, no tanto como para devorar a un ser humano pero era bastante grande, era casi como del tamaño de una pelota de fútbol o un poco menos, más bien como cuatro naranjas unidas y caminaba hacia nosotros, bueno, en dirección hacia nosotros en la distancia, nos miramos, yo empecé a reírme y ella se puso pálida y empezó a llorar.
· Coño esa negra amiga tuya es peor que Mandrake el Mago chica, to lo sabe,
to lo adivina y le toqué el vientre.
· No me toques.
Ella instintivamente se alejó. Yo no sé, yo había quedado en no abrirle las puertas de mi corazón, estaban bloqueadas para ella, pero siempre dije que el semen no, yo no sé si la presencia del pulpo, o el alcohol, o que era el último día del año, ella se iba al otro día en la mañana, o que yo estaba solo en mi casa, o que yo estaba solo en toda la ciudad, no tenía ninguna novia, sé que me entraron unos deseos terribles de templar, de singar, de encaramármele arriba a esa mujer grande, de no sé, de coger el bastón que ella usaba y metérselo por el ano mientras se la metía por delante, de morderla, de chuparla, le dije:
· Vamos pa la casa.
· ¡A qué!
· Estoy solo vamos a tomar un poco de té, no sé, y ya...
· No, no, no, no, no, no. No, no, no, no, nos vemos mañana, si tú quieres nos vemos mañana, me vas a buscar al hotel, nos vemos en el lobby me acompañas al aeropuerto, yo pago el taxi para allá y para acá, te tengo un regalo, pero a tu casa NO.
· Bueno si quieres vamos a otro lugar.
· No, si ya lo de Marcia se cumplió ahora, se cumple si yo me acuesto contigo,
voy a salir en estado, ya yo tengo tantos años, ¡dos hijos!
Le eché el brazo por arriba y la atraje.
· Pero ven acá, ¿tú no quieres que yo me vaya al Brasil contigo?
· Sí, sí.
· ¿Tú no quieres que yo sea tu marido?
· Sí, sí.
· ¿No somos novios?
· Sí, sí, sí, pero yo no quiero tener más hijos, ni contigo ni con nadie.
· ¿Y con el masajista del hospital?
Se echó para atrás e hizo una cosa que yo jamás me esperé, levantó la mano derecha y me cruzó el rostro, me dio una bofetada. En ese momento pasaban unas gentes en un carro y gritaron:
· ¡Dale, dale a ese negro! ¡Ese negro es un descarao! ¡Dale, dale golpe con el bastón! ¡Dale con el bastón!
Ella empezó a reírse.
· Perdona Nicolás, perdóname pero no. Me has ofendido.
· Yo no te he ofendido, te hice una pregunta, preguntar no ofende.
Regresamos al hotel, ella llamó un taxi, me dijo:
· Si quieres ven conmigo y de ahí coges...
· No, si aquí estoy cerca, del hotel Riviera hasta mi casa voy caminando.
· Oh vas a dar una vuelta y vas a regresar y llamar a Judith.
· Yo no voy a llamar a Judiht ahora, no tengo interés, ni ella tampoco, pero si lo
hiciera ese no es tu problema.
· Vas a ir a buscarme mañana al hotel para acompañarme al aeropuerto.
· Voy a dormir ahora, hija mía, lo único que sé es que voy a ir a dormir. A lo mejor regreso para llevarme el pulpo, lo voy a meter en una pecera.
· No me hables del pulpo, ¡no me hables del pulpo! ¡NO ME HABLES DEL PULPO!
Empezó a levantar la voz y la poca gente que estaba en el lobby del hotel, porque la mayoría de la gente del hotel estaban metidos en el cabaret bailando gritando, empezaron a mirar hacia nosotros, ella bajó la voz y me abrazó, tenía mucho sentido del ridículo.
· Nikoleto, mira como estamos esperando el año, con una discusión, no quiero que me dejes, no quiero que te pelees conmigo.
· Yo me quedo con el pulpo, somos amigos y siempre seremos amigos, pero en otras latitudes.
· Te puedo pedir un favor, dime que sí. Ve a buscarme mañana al hotel.
Yo debí haberle dicho que no, pero le dije que sí. Bueno me fui hasta la casa, me tomé una pastilla para dormir, dormí, en la mañana sonó el teléfono.
· Te estoy esperando. Estoy en la puerta del lobby ven en un taxi un turistaxi que yo lo pago aquí.
En un minuto bajé, yo pensé que eso podía ser un embarque, pero bueno yo tenía unos dólares guardados, me puse bien elegantón mi yin un pullover, aquel jacket de mil colores que era como un semáforo, mis Ray Van y un libro, me paré en una esquina, hice una seña e increíblemente paró el taxi, subí al asiento de atrás y sin mirar al chofer le dije: hotel Nacional. Llegó y en efecto ella estaba ahí, pagó, ya tenía las maletas, nos montamos en otro taxi. Casi todo el camino hacia el aeropuerto fue en silencio, nos quedamos a la entrada del nuevo aeropuerto por donde sale al avión que va hacia Brasil con escala en Venezuela, ahí un poco se aflojó.
· Perdóname, no pienses mal de mí, pero tú crees que a mi edad yo puedo estar en esa onda de tener hijos, yo sé que tú quieres tener hijos Nikoleto pero conmigo no.
· Buscaré a otra, quiero tener hijos. Con el masajista no...
· Te voy a dar otra galleta- y se reía-. Te voy a dar con el bastón y la gente va gritar: ¡Dale a ese negro! ¡Dale a ese negro! Esto es para ti.
· ¿Qué cosa es?
Era una mochila.
· Ya lo verás. Son libros cosas, te compré un yin y hay un sobre metido dentro del yin que tiene dinero. Vete en el mismo taxi no vaya a ser que estés mucho tiempo aquí y te paren.
Me dio en la mano una botella sacó otro bulto nos besamos.
· Espero verte, no te busques otra mujer, recuérdalo no te busques otra mujer.
En eso llegó una pequeña guaguita de cultura, era la orquesta Van Van que parece que también iban para Brasil a tocar en alguna fiesta, yo me eché a reír acordándome de una de las llamadas telefónicas y le dije bajito como cantando.
Y el negro no tiene naa caballero y entonces
Y el negro no tiene naa caballero y entonces
Y el negro no tiene naa caballero y entonces.
Otra vez estaba solo, ella entró, se había roto como un papel, como una foto donde estabamos juntos se rompió en dos pedazos, uno se lo llevó el viento que era ella y yo me quedé solo ¡Solo otra vez! Como un gran corte epistemológico producido por un cuchillo manejado por la mano del destino. Otra vez la soledad volvía a ser la casa de mi espíritu