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Thursday, October 31, 2013

Dos textos de Reglo Guerrero


Un hombre solo I

 

“la morte é’l fin d’una prigione oscura”
Michelagnolo


Un hombre solo se  levantó de  su cama al atardecer  de su último día.  Fue al baño y orinó como siempre, mirando a su pene arrugado por la falta de amor. Entró en la  cocina donde preparó algo sencillo para él y una oblación para una cierta diosa pagana la cual tenía fama de procurar compañía. Él sabía que la vieja litografía de la diosa era algo estúpido,  pero su madre le había dicho que ayudaba un poco pensar que la diosa concedía alguna felicidad.

El hombre terminó su cena en la pequeña mesa que estaba frente a la única ventana de su apartamento. El cielo de aquella tarde empezó a cambiar su colorido y una ventana se abrió  sobre la primera nube en el horizonte. El hombre trato de calcular el tamaño de la ventana, cuando, más allá de las nubes, vio un una pared de metal que reflejaba la imagen de una estatua rosada como las prostitutas que él solía visitar. El hombre pudo ver como la belleza de aquella imagen se deslizaba por su cuerpo hasta que ahogaba su garganta.

El hombre sintió que la liquidez de su alma salía por su boca  hasta que sólo quedo una mancha húmeda en el piso de su cuarto.

 
Los ríos de Babilonia

“Junto a los ríos de Babilonia nos sentábamos
  y llorábamos al acordarnos de Sión.”
  Salmo 137


Dos seres alados llegaron al rio de Babilonia donde nadan los peces de oro y los esclavos, venidos de tierras muy lejanas, lavan sus heridas y las vacas de sus señores.
 
¿Por qué  no cantan y tocan las cítaras los hijos de mi Señor? – Preguntaron los seres alados.

Estamos en tierras extranjeras; nuestros cuerpos heridos y nuestros oídos  llenos de las palabras de los verdugos.  ¿Cómo podemos cantar al Señor si el sufrimiento hace olvidar las palabras de los cánticos?

Los seres alados miraron hacia las nubes por un instante y empezaron a recorrer la orilla del río hasta que encontraron un grupo de niños babilónicos. Los seres desplegaron sus alas y alcanzaron a los niños que fueron lanzando contra las rocas del rio hasta que sus cabezas rodaron en el fango de las orillas.

Aquel día los peces de oro comieron los pedazos  de carne dispersos en el río y los hijos del Señor cantaron los cánticos de la ciudad de sus padres con sus corazones llenos de gozo.

1 comment:

  1. Muy fuertes los dos...Ese de los babilonitos despedazados me impresionó mucho. El otro, excelente también.

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